miércoles, 28 de septiembre de 2011

Hasta aqui hemos llegado.

El que habla mucho, mucho yerra, dice el refrán, que bien podría aplicarse a las especulaciones sobre la situación de La Voz de Galicia que cierta prensa y pseudoprensa viene publicando en los últimos tiempos, algunos en forma de noticia y otros dedicándole exhaustivos informes de hasta tres páginas. La concesión de este protagonismo al periódico con sede en La Coruña, no hace más que confirmar, en primer lugar, el alcance de la importancia que el grupo de comunicación sigue teniendo en la comunidad y, en segundo, deja al descubierto, una vez más, a los viejos enemigos que no dejan de buscar la oportunidad de dañar a su oponente atacando con saña sus supuestas debilidades. Utilizan para ello las dificultades que atraviesa este medio de comunicación, que, al igual que los demás, se ve afectado por la doble crisis que atañe a la prensa escrita: la económica y la propia de un sector enfrentado al fin de un modelo que agoniza y a la construcción de uno nuevo. En esas están todos los medios de comunicación, sin distinción de tamaño o poderío. Y en este río revuelto siempre hay “pescadores” que pretenden sacar beneficio. Así, al lado de las informaciones contrastadas sobre las vicisitudes del periódico centenario y su comité de empresa, están los panfletos que añaden una cantidad innecesaria de verborrea demagógica sindicalista y medios que en tres largas páginas adoban la noticia con ataques al propietario del grupo de comunicación, al que casi imaginan con látigo en mano descargándolo sobre la espalda de sus trabajadores.

Es sobre todo incomprensible que desde el paraguas de un sindicato, cierta plataforma vinculada a las nuevas tecnologías, dirigida además por personas que ejercen desde hace años como periodistas, acuda tan a menudo a la “desinformación” cuando se trata de La Voz de Galicia, sin la preocupación propia de un profesional del sector de contrastar las noticias y basar su información en medios muy poco fiables. Y aún resulta más difícil de entender esta actitud cuando los responsables de estos “manejos” podrían, con un mínimo esfuerzo, tener noticias de primera mano bien presencialmente o bien a través de compañeros que están al pie del cañón, frente a frente con la empresa.

Así, al lado de este afán de algunos de darle matarile al rigor informativo sobre los problemas de La Voz (que son los nuestros) a nadie se le escapan los motivos, los intereses y los rencores que los mueven. Y se nota mucho un pecado muy español, la envidia, en este caso insana, que destilan estas desinformaciones que no hacen más que echar leña al fuego de la situación laboral en la que se ven inmersos los trabajadores de la inmensa mayoría de los medios.

No necesitamos que nos salven desde fuera y menos con métodos que solo nos hacen rechinar los dientes y apretar los puños. Por eso nos gustaría librar nuestra propia guerra en paz.




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